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El Partido Demócrata presentó este lunes en la Cámara de Representantes de EEUU el segundo ‘impeachment’ contra el presidente  Donald Trump sufre en once meses

Hace un año fue por su intento de obligar al Gobierno de Ucrania a anunciar la apertura de una investigación al hijo del entonces candidato a la Casa Blanca  Joe Biden. 

Ahora lo es por «incitación a la insurrección», después de que, el miércoles pasado, sus partidarios asaltaran el Congreso de Estados Unidos para tratar de impedir la ratificación de la victoria electoral de Biden. Trump es el primer presidente de la Historia de Estados Unidos contra el que se abre este proceso en su primer mandato. 

Parece casi seguro que este ‘impeachment’ va a tener éxito, igual que el del año pasado por el ‘Ucraniagate’. Pero su significado es simbólico. Como explica Cass Sustein, ex asesor de Barack Obama y profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Harvard en su libro ‘Impeachment. A Citizen’s Guide’ (‘Impeachment. Una guía para el ciudadano’), esta figura «es, más o menos, análoga a una imputación, y luego el Senado, actuando como una especie de ‘tribunal’, lleva a cabo un juicio y decide si el acusado es ‘culpable'».

Para que el ‘impeachment’ salga adelante bastan los votos de los demócratas de la Cámara de Representantes, donde ese partido tiene mayoría. Pero el juicio es en el Senado, donde hay, en este momento, 51 republicanos y 48 demócratas o independientes que votan con éstos.

Y, para que salga adelante el procedimiento, hacen falta 67 votos. Eso es imposible, porque la inmensa mayoría de los republicanos van a oponerse. Es más: la medida tendría, más que nada, un carácter simbólico. Por cuestiones de calendario, el juicio político no podrá empezar hasta, como muy pronto, el 20 de enero a la 1 de la tarde, o sea, justo una hora después de que Trump haya dejado de ser presidente.

Es posible, además, que los líderes demócratas de la Cámara de Representantes aplacen el envío del procedimiento al Senado durante varios meses, para no interferir así con la agenda de Joe Biden. Eso permitiría a ese partido, al menos, tener la mayoría en el Senado, una vez que los dos senadores que ganaron las elecciones en Georgia la semana pasada asuman sus puestos, a finales de enero. Aunque el resultado final no cambiaría en absoluto, un Senado controlado por el Partido Demócrata puede jugar con los tiempos y procedimientos para infligir el máximo daño político a Trump y, sobre todo, a los republicanos.

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