Con el objetivo de acercar el conocimiento científico sobre la diversidad de hongos silvestres comestibles existentes de altas montañas en la entidad mexiquense, la académica Cristina Burrola Aguilar de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), analizó muestras de ellos en un laboratorio para elaborar una base de datos con sus principales características.
Este proyecto consistió en estudiar el entorno donde crecen los hongos silvestres comestibles para comprender las condiciones ecológicas, identificar las especies, plasmar su nombre tradicional y científico, su distribución actual y potencial. Los datos obtenidos mediante entrevistas a las personas que los recolectan, a mercaderes, comunidades rurales y los análisis en el laboratorio, permitirá comprender sus usos y diseñar estrategias de cultivo que garanticen un aprovechamiento de este recurso, contribuyendo al desarrollo local.
El bosque de pino y oyamel del Estado de México es el hogar de una gran diversidad de hongos comestibles. Entre las especies que más sobresalen están los gachupines, tanto blancos como negros, y las trompas de cochino, los cuales son ingredientes fundamentales para la preparación de diferentes platillos de la región.
“En el laboratorio podemos conocer esa gran diversidad de hongos que existen en la región y con ello formular estrategias de aprovechamiento, los hongos son mucho más que una simple comida, estos organismos desempeñan un papel fundamental en los ecosistemas, contribuyen a la salud de los bosques y proporcionan sustento a muchas comunidades”, destacó.
La académica universitaria también integrante del Centro de Investigación en Recursos Bióticos (CIRB) de la Autónoma Mexiquense, explicó que a través del análisis de extractos de algunos hongos silvestres, se encontró evidencia de que poseen propiedades medicinales. Este hallazgo dentro del laboratorio abrió la posibilidad de que los hongos silvestres comestibles tienen potencial para el desarrollo de nuevos antibióticos, así como antioxidantes que son útiles para el campo de la cosmetología.
Burrola Aguilar, en conjunto con otros colaboradores, ha participado en la identificación de alrededor de 270 especies de hongos comestibles silvestres en las altas montañas mexiquenses, de las cuales se encontraron tres nuevas especies, dos ya publicadas y la tercera en proceso. Además, de cinco propuestas de especies nuevas a nivel mundial. Este estudio es fundamental, ya que, desempeñan un equilibrio en el ecosistema. Algunas especies de hongos establecen vínculos con las raíces de los árboles, formando una relación necesaria para el crecimiento de ambos.
“Si sobreexplotamos estos recursos, podemos alterar gravemente los ecosistemas y reducir la producción tanto de hongos como de plantas. Por ello, es importante promover el conocimiento sobre este recurso comestible entre las comunidades rurales, quienes tradicionalmente han sido los principales consumidores y custodios de ellos”, detalló.