Atlacomulco, México. Las personas con discapacidad tenemos los mismos derechos que cualquiera. Tenemos derecho a la educación, derecho al trabajo. En efecto, la discapacidad es un obstáculo para desarrollarte, que dificulta todo, pero confiar en ti y apoyo de quienes te rodean son suficiente para salir adelante, afirmó Brenda Moreno Valdez, estudiante de la Licenciatura en Psicología en el Centro Universitario Atlacomulco de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx).

En la infancia, cuando realizaba sus estudios de primaria, Brenda empezó a perder gradualmente la capacidad auditiva en ambos oídos. Hace apenas unos meses, la estudiante del último semestre de la licenciatura recibió un implante coclear en su oído izquierdo, donde la audición era casi nula. «Cuando tenía nueve años mis padres se dieron cuenta que no escuchaba bien. El diagnóstico médico fue hipoacusia bilateral y la recomendación fue cuidarme para no perder el oído derecho, donde todavía escuchaba a un 50 por ciento», indicó.

Una vez en la secundaria, Brenda, quien hoy tiene 22 años, empezó a escuchar un zumbido, proveniente de la parte interna del oído, y a sentir mareos. Entonces se aceleró la pérdida de la capacidad auditiva hasta quedar en alrededor de 30 por ciento.

La universitaria refirió que entonces todavía escuchaba sin el aparato auditivo; sin embargo, recién entró a la universidad, aproximadamente a los 17 años, empezó a tener crisis del zumbido. Es decir, siempre escucha ese zumbido interno, pero durante una crisis es más intenso. Además, la pérdida auditiva se incrementó y quedó con apenas 20 por ciento de la capacidad de audición en su oído derecho.

Entonces, abundó, empecé a atenderme en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, donde me hicieron muchos estudios para determinar el tratamiento y luego vino la pandemia, lo que puso en pausa mi atención médica y ocasionó una severa crisis personal.

Tomar clases en casa fue para Brenda sumamente cómodo, ya que al ser en línea podía contar con la transcripción inmediata de la aplicación que usaba en su computadora; además, era en un ambiente con silencio casi total, lo que le permitía escuchar muy bien a los profesores.

«Cuando regresamos a las clases presenciales me desbordó el miedo. Lloraba mucho y no quería regresar al campus, así que mis padres hablaron con las autoridades del Centro y luego de evaluar la situación, principalmente con el afán de no excluirme y que conviviera con mis compañeros y profesores, se me propuso regresar con un plan específico», dijo.

En el Centro Universitario Atlacomulco nunca habían tenido un alumno con discapacidad auditiva, pero fueron muy empáticos y adecuaron un espacio para que Brenda tomara clases en línea. Tomaba clases con una computadora en la que una aplicación transcribía lo que decían los profesores, a quienes se informó sobre su discapacidad, principalmente para que hablaran más fuerte, no tan rápido y que, de ser posible, le dieran indicaciones por escrito.

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