Tenancingo, México.  Egresado del Plantel “Nezahualcóyotl” de la Escuela Preparatoria y de la Licenciatura en Arqueología del Centro Universitario Tenancingo de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), Alberto Frutos Andrade es jefe de campo en los trabajos de salvamento arqueológico y paleontológico en la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) en Santa Lucía, a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).

El universitario verde y oro tiene a su cargo la coordinación de las personas responsables de las excavaciones en desarrollo, que algunos días son hasta 20, en las que se trabaja simultáneamente. Es responsable de la administración de los recursos económicos y materiales, así como del acopio y procesamiento de toda la información que en el lugar se genera.

Originaria de Cuajimalpa, en la Ciudad de México, la familia de Alberto se mudó, cuando él aún era un niño, al municipio mexiquense de Ocoyoacac. “En la primaria era una persona un poco introvertida. Mientras mis compañeros jugaban futbol, yo estaba en la tierra jugando solo y encontraba fragmentos de cerámica, cabecitas y cosas por el estilo. Me llamaron la atención y ahí nació mi gusto por lo que en ese momento pensé que era la historia”, relató.

En los primeros semestres de sus estudios de bachillerato, Alberto conoció la Antropología y supuso que era en esa área de la ciencia en la que quería desarrollarse; sin embargo, cuando al cursar la asignatura de orientación educativa le pidieron entrevistar a personas que se dedicaban a lo que él quería hacer profesionalmente descubrió la diferencia entre la Antropología y la Arqueología.

“Así que desde la adolescencia supe que la Arqueología era mi vocación. Entonces, mis planes ya fueron enfocados completamente a estudiar esa carrera. Mi primera opción fue la UAEM y a la par hice el examen en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, pero finalmente decidí seguir con mis colores, el verde y oro”, refirió.

Durante los primeros semestres de la Licenciatura en Arqueología, que estudió del año 2008 a 2012, Frutos Andrade viajaba todos los días de Ocoyoacac a Tenancingo, traslado en el que se hacía alrededor de tres horas.

“Llegar a las primeras clases era casi imposible. Luego me compré un automóvil y en el traslado hacía dos horas. Consideré que seguía siendo mucho tiempo y que tenía poco espacio para hacer tareas, así que antes del primer tercio de la carrera me mudé a Tenancingo”, contó.

Desde los primeros semestres, en los intersemestrales, buscaba proyectos en los que pudiera realizar trabajo de campo. Se desempeñaba como voluntario y eso le ayudó a desarrollarse. Así, tuvo la oportunidad de colaborar en la construcción de la Estación Meteorológica en Monte Tláloc, un proyecto multidisciplinario de la propia UAEM, en el cual hizo su servicio social, accediendo a una beca por el desempeño de sus labores y que también fue de gran ayuda para el desenvolvimiento de sus aptitudes como investigador.

Durante los últimos días de sus estudios de licenciatura, Alberto recibió la invitación para trabajar en el Centro INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) Morelos, entidad en la que participó en trabajos de salvamento en Tepoztlán y la ampliación de la autopista La Pera-Cuautla, así como mantenimiento en la Zona Arqueológica Tepozteco y diversas inspecciones arqueológicas.

Luego de un año buscó otras oportunidades y fue cuando lo contrataron para participar en los trabajos de salvamento arqueológico que se realizaron durante la construcción de la Línea 3 del Metrorrey, en Nuevo León.

Posteriormente se trasladó a Sonora, donde participó en los trabajos de salvamento durante la construcción de un gasoducto, de los primeros proyectos arqueológicos que atravesaron territorio yaqui.

 

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